martes, 29 de septiembre de 2015

LAS COSAS QUE CONOCES de Ángel Muñoz Rodríguez.


Mañana 
volverá a desordenarse la vida 
pero eso ya lo sé.
A.M.R.


No es corriente ser policía y poeta. Marisol Sánchez Gómez lo dice en el prólogo de Las cosas que conoces (Huerga&Fierro, 2015). El héroe y en antihéroe, como dos caras de la misma moneda. Más de una vez he oído: Todos los que escribís sois profesores. Cuánto tiempo libre tenéis... Pues bien: un tipo que patea las calles también escribe poesía. ¿Sorpresa?

Eso lo supe después, porque además -lo siento, señores- leo los prólogos al final. E incluso días después hablé con Ángel para darle las gracias y felicitarlo, y llegué a preguntarle que a qué se dedicaba, por mera curiosidad. Quizá no me había sorprendido tanto ese dato biográfico, porque a fin de cuentas: una cosa es a lo que uno se dedica y otra lo que es.

Ángel Muñoz Rodríguez me pareció un poeta, no un policía (y aquí la imagen de policía que cada uno tenga en su cabeza), o al menos no lo leí imaginándolo uniformado, con porra (déjense las sordideces...) y deteniendo ladrones con pasamontañas y rescatando gatos de los árboles (aunque creo que esto es más de bomberos). 

Un poeta que escribe en primera persona, un poeta insatisfecho, un poeta que lucha contra lo cotidiano. Un poeta urbano, que vive ahora, alejado de la nostalgia, inconformista, a veces fuera de sitio. Que duda, que sufre, que teme. Que vive y ama. Alguien que a veces no se siente a gusto consigo mismo, que se esfuerza en sonreír, que naufraga cada día. 

Son pocas las ocasiones
en las que me detengo
a contemplar mi reflejo
en un escaparate.

Resulta desgarrador
ver esos ojos
suplicando un tiro de gracia.


No nos encontramos con un poeta que describe sino que juzga en pocas palabras el mundo. Que va más allá del flash, que lee detrás de todo lo que vive. No se conforma con poco. Y cómo me hicieron disfrutar sus versos aquellos días de Junio, entre exámenes y evaluaciones, entre sudor y tintos de verano. Aquellas tardes emocionadas junto al agua, bajo el sol, con esas cosas que conozco.


La vida parece que espera más de mí
y nadie me enseño
a incluir la palabra miedo
en el vocabulario habitual
de mi regreso
en solitario
a casa.

Y no me malinterpreten: no se trata de un poeta cascarrabias, triste o desolado. Es, a veces, la ironía. Otras, la crudeza. Y otras, la dulzura. En él cabe todo. Como en un buen poeta, supongo, debería ser, porque seguramente en todos nosotros exista eso. Quizá todos seamos poetas policías. Héroes y antihéroes al mismo tiempo.

Y quien no, que levante la mano.

Gracias, Ángel.




viernes, 25 de septiembre de 2015

Un poema de Soren Peñalver.




AL MARGEN DE LA DERNIÈRE INNOCENCE



A José María Álvarez.


De niños, ateridos y a merced del insomnio,
tizoneábamos dichosos, esperando que la noche,
fría y hermosa, nos traería sueños húmedos.
En el Cabaret L´Enfer, admitidos por Mefistófeles,
bebimos cuanto se nos antojó, con Jim Morrison,
Amy Winehouse y Arthur Rimbaud, enjugascaos
con la misma Hécate... Por las calles desiertas
fuimos luego, abrazados y cantando ebrios,
con nuestros capotes de nieve, bajo los cielos
oscuros; apuntando a lo alto y muy lejos
el chorro humeante de nuestros meados.


Soren Peñalver



domingo, 20 de septiembre de 2015

Unos cuantos aforismos de JOSÉ LUIS MORANTE.




Cojo -con su permiso- unos cuantos aforismos de MOTIVOS PERSONALES (La isla de Sistolá, 2015) de José Luis MoranteUna grata lectura a espacios de este pegajoso verano reflexivo lleno de manchas y toallas. 

Gracias, querido amigo.




Cada náufrago reclama para sí la madera raída. 


Cualquier soledad está repleta de encuentros.


Aprendizaje. Esa larga senda entre la biología y el ser cultura.


Entre la ceniza, un brote agónico de lumbre recupera el fuego.


El poema contiene sustancias reactivas.


En la íntima discordia del ser y la nada tomo partido.


Actitudes en guardia ante la propensión demagógica.


Libertad para sembrar amapolas en un paisaje ártico.


Versos, materias para alzar contextos habitables.


El sentido común siempre fue un municipio periférico, de población reducida.


Hago el camino solo, con devaluada seguridad de un móvil sin cobertura.


Verdades como arcilla moldeable.


Una cadena de montaje para fabricar prestigios.


Una sentencia de Lao Zi: "Cumplida la obra, retirarse: /  tal es el curso del cielo".







viernes, 18 de septiembre de 2015

EVOLUCIONEMOS


Seguimos haciéndonos daño...



Se lo he visto hoy a Ángel Muñoz Rodríguez en Facebook y se lo robo.

Jamás pensé que algo dicho por Nacho Vidal me emocionara. Que sí, que seguro que habrá un equipazo detrás del vídeo, que es una cosa del salón erótico de Barcelona y hay mucho de marketing, que no es mérito suyo... Que sí, que no digo que no, pero... me ha emocionado.

Ojalá. 

Dejemos, sí. 

Empecemos.

Cambiemos.

Evolucionemos.



Follemos.







Enhorabuena a Carles Valdés y al resto. 
Cojonudo.



martes, 15 de septiembre de 2015

UNA CLOACA EN EL ESPACIO EXTERIOR.


El monólogo del pesimista.




“Creo que la conciencia humana es un trágico paso en falso en la evolución. Llegamos a ser demasiado conscientes de nosotros mismos. La naturaleza creó un aspecto separado de sí misma, por eso, somos criaturas que no deberíamos existir por ley natural. Trabajamos bajo la ilusión de tener un yo; una acumulación de sentidos, experiencias y sentimientos, programados con total garantía de que somos alguien, cuando en realidad no somos nadie. Tal vez la cosa más honorable por hacer de parte de nuestra especie es negar nuestra programación, dejar de reproducirnos, caminar de la mano hacia la extinción. Una última media noche, donde hermanos y hermanas rechacen la injusticia”.


De True detective.









sábado, 12 de septiembre de 2015

SEEK TO KNOW NO MORE (José María Álvarez).


Un poema de José María Álvarez, de su próximo poemario SEEK TO KNOW NO MORE.

Gracias, JM.




XXXIX

Bueno… ya lo dijo Kepler: MEDÍ LOS CIELOS, AHORA
MIDO LAS SOMBRAS.
Como Edith Piaf, la inolvidable Edith Piaf, NON, JE
NE REGRETTE RIEN.



… sí, cómo
se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando.

El viento, que esta noche
azota los muros de tu
casa, es como si te advirtiera
de algo.
     Pero qué importa.
Para bien o para mal
tu vida está trazada. Tus errores, pagados.
Y ese algo que te lleva
a inclinarte, esa brasa,
ante le vide papier.
Has aceptado
no ya tu muerte, sino la de todo
lo que has amado, lo que reconocías y respetabas.
Y ahí sigues, sin haber sido
vencido.
Y contemplas el frío de las estrellas
y sabes que ellas también, como tú,
desaparecerán.
Tu soledad se hace de piedra.
Tu vida busca en ese requiem
que es una
recompensa, pero que tampoco puedes
ya
compartir.
Recuerdas lo de Yeats: The rattle of pebbles
on the shore
under the receding wave.
Ese sonar de las guijas en la playa…
Has aceptado lo que eres:
una perla,
ese final extraordinario, refinado; y como ella
sin explicación.
Brilla mientras desaparece.

Ese único brillo comparable
al del sol cuando se pone.

Puedes decir como Spender
en el poema a Hölderlin: Qué extraño
que al atardecer
cuando las sombras se alargan como heno cortado
me regocije en mi locura y mi espíritu cante
ardiendo intensamente en el centro de un firmamento frío.




Foto: Joaquín Baños.



domingo, 6 de septiembre de 2015

EL SABOR DE LOS CHULETONES



Anoche vi MATRIX con L y L. Nunca la habían visto. 

Qué rápido pasa el tiempo... Ya tiene más de quince años la película, y recuerdo perfectamente el día en que fui a verla al cine con unos cuantos amigos.  Y sigue siendo "moderna", me dijo L. Claro: como lo son los clásicos, como lo es Platón, le dije. Luego le expliqué la teoría de las ideas y esas cosas que explican mejor los filósofos.

Y luego L me preguntó: ¿y tú qué harías? ¿Pastilla roja?

Difícil. 

¿Y si nos dieran de verdad a elegir? ¿Y si pudiéramos decidir vivir fuera de la inopia, salir de la caverna, ver de qué estamos hechos, qué somos y quién nos maneja? La respuesta parece fácil: ¡salir, salir! No lo tengo tan claro. Muchos dirían que sí, que mejor morir de pie que vivir arrodillado, que no mola ser manejado..., y todas esas cosas que decimos con la boca bien llena y nos hacen pensar "qué sabios somos, qué superiores". Pero piénsenlo. Visualicen la balanza. 



A diario lo veo. No está tan claro*.

Si tantos lo prefieren, si esa estulticia e ignorancia te beneficia, quizá Matrix no esté tan mal para vivir. Allí al menos los chuletones saben a carne.


*Por lo que hablábamos hoy, JM, bajo la lluvia. CT.


jueves, 3 de septiembre de 2015

Santiago Tobar y EL SAMOVAR DE ASIR.


Jadeantes, sudorosos, 
con el gesto entregado 
aún al placer.




Para salvar su vida, el viejo anticuario Sam Zembendein se ve obligado a revelar su gran secreto a un joven adolescente llamado Roi Corner: la existencia de un universo paralelo. Su objetivo será persuadirle para que acepte viajar al mismo y conseguir la sustancia que acabará con la mortal enfermedad que padece.


Así nos presenta Santiago Tobar el argumento de su novela EL SAMOVAR DE ASIR

Conocí a Santi hace ya varios años; por entonces escribía poesía. Su MATARRATOS me hizo disfrutar mucho, y también su trayecto poético CÁCERES-MANHATTAN. Hace unos meses, Santi me sorprendía con esta novela.


Un libro -¡ojo!- de descarga gratuita. Para todos. Así de fácil. Ni se plantea sacarlo en papel. Le interesa que se lea, es su prioridad. Y es que Santi es así, y quien lo conoce lo sabe. Podría hacer una tirada pequeña, podría venderlo a través de las redes por compra anticipada..., pero no: ahí nos lo deja para leerlo en nuestras pantallas. Generosidad a tope.


Con su permiso, os dejo el inicio del primer episodio (por ahí ando yo) de una novela que promete, una novela donde Santiago reflexiona acerca del ser humano, del poder y la verdad. Porque ¿acaso no elegiríais vosotros una vida plena de felicidad que una vida de mierda, si pudierais?  O quién sabe si nos hemos cruzado más veces en mundos diferentes...



El señor Zebendein le agarró con fuerza por el antebrazo. Roi le miraba sin poder prestarle la atención que la situación requería. A pesar de que les distanciaba una frente de altura y varias décadas de edad, el joven se sintió amenazado por un momento.

–¡Escúchame, criatura! Lo que te voy a contar no deberás compartirlo jamás con nadie. ¿Me estás escuchando? ¡Jamás!






Gracias, Santi.



*Descárgalo pinchando aquí.



martes, 1 de septiembre de 2015

TAMBIÉN ESO ERA EL VERANO.



La vida también son las fotos. O al menos nos ayudan a no olvidar ciertos momentos de nuestra infancia y juventud más remota. 

Todos tenemos unas cuantas grabadas a fuego en la mente como si se tratara de nuestro propio DNI. Imágenes, digo, que desde un pequeño trozo de papel nos transportan a tiempos pasados, a veces más felices. 

En una de ellas, dormimos las tres en el asiento trasero del Renault 11 marrón de mis padres, con tapicería que picaba como una condenada. Volvemos de la playa (yo me chupaba el pelo; me gustaba el sabor a salitre en mi boca), y ellas se apoyan sobre mi cuerpo, que reposa en el centro con la cabeza hacia abajo. La haría mi madre. 

En otra, la primera que tenemos las tres, posamos en la calle donde me crié ante mi padre, que nos pide que sonriamos bajo un sol radiante de principios de Septiembre. Felices, como esa otra de Istanbul, llenas de gozo, con la Mezquita Azul a la espalda. O la otra, donde papá nos coge de la cintura para soplar treinta velas. O aquella de más allá, cuando Eli no estaba, y mi madre me coge en brazos dentro de la piscina. Incluso mi abuelo, al que no conocí, subido en un camión, con su perfecto bigote de Clark Gable y sonriendo a su novia. 


Y no lo tenía suficientemente claro hasta que no llegó a mis manos el libro de Isabel Cadenas Cañón. Las fotos, como mojones en el camino, nos llevan a esos lugares, nos traen a esas personas secundarias que disparaban el botón de la cámara, nos recuerdan quiénes somos también.

De eso trata el poemario de Isabel, un poemario que además le valió el XII Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos: "Empezó con seis o siete fotos que llevo siempre que me voy a un lugar, que corresponden a mis etapas de la infancia o juventud. Con todo ello empecé a hacer un inventario de mis recuerdos de infancia para hacer una especie de libro-caja o contenedor de recuerdos. En realidad éste es un libro de fotos pero sin fotos, ya que sólo tiene una imagen y aparece al final."

Un libro con huecos, como sucede en los álbumes de fotos: una que se lleva tu hermana para escanear, otra que colocas en la nevera porque ese día fuiste feliz, otra que usas de marcapáginas, aquella que enmarcaste y luce en el salón. Fotos que nos traen, como dice Isabel, el aroma de las tiendas de campaña, la pintura azul hospital llenándolo todo, las matrículas de aquellos coches y su olor a viejo, otros detrás sosteniendo la cámara.

Luego es la invención, sí, en esos recuerdos distorsionados, los que rellenan los huecos como si fuera un puzzle; o tu madre, cuando te explica ciertos puntos, y atas cabos, y entonces comprendes mejor la foto. 

Me encontraba ante un poemario distinto, unas hojas que sin fotografías me llevaban a la infancia de Isabel, me hacían conocerla mejor, y al mismo tiempo iba elaborando en mi cabeza la historia de mi vida a través de imágenes impresas. Aunque sea autobiográfico, los poemas de Isabel no son sólo suyos: son recuerdos comunes, destellos que todos tenemos de nuestra existencia, flashes de papá o mamá, o la casa que habitamos, o el chándal desgastado. Así hace universal su caja de fotografías.




Al final –y ella lo dice bien claro- fotografiamos para preservar la dicha. 
O qué, si no.