Adalber Salas Hernández ganaba hace unos meses el XXXVI Premio de Poesía Arcipreste de Hita por su "Salvoconducto" (Pre-Textos, 2015). Varios días antes había contactado yo con él para pedirle colaboración, un poema o dos, si quería. Y a partir de la historia es conocida: publicó en el Número TRES de La Galla Ciencia dos poemas que no dejaron indiferentes (y si no, que le pregunten a Soren Peñalver, que lo adora desde entonces). Y no es para menos.
En nuestras conversaciones sobre poesía -unas por trabajo, otras porque en las cartas al final surgen estas cosas que nos apasionan- íbamos hablando de autores, de libros..., y de repente, un día, como cosa del Destino, la casualidad (términos aparentemente contrarios, sí, pero tan relacionados).
Adalber me decía lo siguiente, tras declararse también un ferviente lector de Álvarez:
Se da entre nosotros una casualidad muy impactante, querida: el amigo de José María Álvarez que murió hace unos años se llamaba Jorge Gustavo Portella y también era amigo mío. Empezamos a tomar café juntos y conversar regularmente cuando yo estudiaba en la universidad –la UCAB, donde él era profesor. En esa universidad leyó Álvarez su poesía, y fue así cómo entré en contacto con su obra.
Una casualidad que no podía interpretarse como tal, y que nos dio pie (y qué hermoso resultó su texto) a que Adalber escribiera sobre Portella, sobre su amistad y su poesía.
En su reciente viaje a España, Adalber tuvo la generosidad de darme ese SALVOCONDUCTO que yo tanto esperaba y que he devorado en este verano de calor sureño, además de su SATURAS y su EXTRANJERO. Una delicia. Léanlo, si pueden. Es de esos poetas que atrapan, que dan hostias con las letras, que te dejan sentado en la silla un rato y pensando en lo que es realmente la poesía. Y no es peloteo..., porque ya me gustaba antes de conocerlo, que conste.
Desde aquí, mis felicitaciones a este poeta venezolano que conquista con sus versos y mi agradecimiento por todo lo que me ha aportado, quizá, sin pretenderlo. Y que siga. Altamente recomendable, ojo.
Dejo aquí dos poemas: Odisea v2.0, publicado en el Número TRES de LGC, y otro de EXTRANJERO, publicado en 2010 por bid&co. editor.
(Odisea v2.0)
Odiseo no volvió a Ítaca, como es bien sabido
por algunos. Se tardó muchos años más de lo
que
nos dijeron. Tantos, que hasta los dioses se
cansaron de
observarlo y perseguirlo, quedándose dormidos
finalmente, volviéndose piedras, ruinas,
piezas de museo.
Cuando regresó, ya no parecía el mismo. No
tenía señas
que lo identificaran, no vestía cicatrices que
dieran
cuenta de su historia. Tampoco llevaba
pasaporte o
cédula de identidad. Más bien parecía un
muchacho turco
o un flaco chipriota con apenas algunas canas,
la piel tostada de tanto andar bajo el sol.
Alcanzó la playa luego de que su barco
naufragara.
Iba disfrazado de sí mismo, como siempre supo
que lo haría.
Pero no halló su palacio, ni pretendientes, ni
penélopes hacendosas y
oscuras, ni telémacos barbicortos. Solamente
un pueblo
de pocas calles, oprimido por el sol del
Mediterráneo.
Nadie lo reconoció, ni él reconoció a nadie.
Los perros ladraban
a su paso, le regalaban la lengua descoyuntada
de la historia.
Así que decidió navegar hasta el continente.
Allí
lo metieron preso por no llevar documentos
y por expresarse en un lenguaje que nadie
comprendía, que
sonaba a viejos huesos que se quiebran. Trató
de explicar
a los oficiales de policía que viajar
es perder lenguas, no ganarlas, pero fue en
vano.
Lo llevaron a un campo para refugiados en
Corintio.
No pudo contarle su historia a nadie, no pudo
narrar a los otros
presos las historias de sus hazañas: por
primera vez estaba desnudo.
Con su conocida maña, logró escapar a los
pocos meses, esta vez sin tener
que cegar a nadie. Tras muchas aventuras sin
dioses, terminó
en Atenas, donde se dedicó a vivir de limosnas
y pequeños robos. El hambre
lo había quebrado, alucinaba ángeles desnudos
como el vidrio
o como el agua, ciegos como relojes.
No alcanzó la vejez. Dicen que murió sin decir
palabra, pero no
se sabe bien cómo. Algunos creen que fue la
falta de alimento. Otros,
que fue asesinado en una disputa entre
mendigos. E incluso hay
quienes aseguran que murió, como tantos otros
extranjeros,
en los recientes disturbios populares.
no quiero cruzar la próxima esquina
sé que ahí
a unos pasos
en una espera sin tiempo
me aguarda eso que es más mío
en lugares como éste
que no tocan las palabras
esa luz dura
esa nitidez imposible
que nos salva de lo turbio
y nos fulmina
*Para leer el texto sobre Portella, pinchad aquí.