VOLVEREMOS A
LLENAR TODOS LOS VASOS
Una lectura de FLOW de Violeta Nicolás
Dice la poeta Cristina Morano: Violeta
sigue la tradición de las autoras feministas que denunciaban las situaciones de
control y represión con su trabajo performativo; en sus vídeos y actuaciones,
la autora utiliza su cuerpo y los elementos del imaginario doméstico para la
denuncia. Y yo no puedo estar más de acuerdo, pese a que no la considero
una feminista al uso; más bien una mujer de principios, que no es lo mismo.
Si hay algo que Violeta Nicolás explota -desde su primer DIGESTIÓN IDÍLICA
hasta llegar al reciente LAPSUS VIOLETA- es precisamente ese cuestionamiento de
identidad propia, no sólo a nivel particular sino en relación al mundo que la
rodea. Y todo aquel que merezca un respeto debe hacerlo en su obra: indagar más
allá de lo ilustrativo, de lo descriptivo. Creo que en eso estaremos de
acuerdo.
Según ella misma define (y entiende mejor que nadie) el término
FLOW se refiere a la cadencia vocal característica del rap, pero también es esa
forma de dejarse llevar, de fluir las ideas de forma casi salvaje. Es un
caudal, la corriente, un chorro que fluye lento y con ritmo propio. Es la
segunda entrega de lo que ya empezó con el primer poemario, donde aparecía una
Violeta centrada más en la infancia, sí, pero dejando ya ver ese estilo propio
que aquí aparece de forma más explícita.

Muñeca dentro de muñeca dentro de
muñeca dentro de muñeca dentro de cuerpo dentro de habitación dentro de casa
dentro de edificio dentro de calle dentro de mundo, dice Elena Medel en su prólogo.
Los espacios se vuelven importantes, pero también el tiempo, lo vivido, el
recuerdo del pasado, la constante búsqueda de lo que es y del espacio que ocupa
en el mundo que la rodea. Los espejos, la saliva, la espera, el eco. La identificación
se vuelve necesaria ahora; ya no sirve la mera descripción.
Y Violeta Nicolás lo tiene claro en FLOW: Volveremos a llenar todos los vasos. Y nosotros, si nos deja, con
ella.