miércoles, 24 de febrero de 2016

VOLVEREMOS A LLENAR TODOS LOS VASOS


VOLVEREMOS A LLENAR TODOS LOS VASOS
Una lectura de FLOW de Violeta Nicolás




Dice la poeta Cristina Morano: Violeta sigue la tradición de las autoras feministas que denunciaban las situaciones de control y represión con su trabajo performativo; en sus vídeos y actuaciones, la autora utiliza su cuerpo y los elementos del imaginario doméstico para la denuncia. Y yo no puedo estar más de acuerdo, pese a que no la considero una feminista al uso; más bien una mujer de principios, que no es lo mismo.

Si hay algo que Violeta Nicolás explota -desde su primer DIGESTIÓN IDÍLICA hasta llegar al reciente LAPSUS VIOLETA- es precisamente ese cuestionamiento de identidad propia, no sólo a nivel particular sino en relación al mundo que la rodea. Y todo aquel que merezca un respeto debe hacerlo en su obra: indagar más allá de lo ilustrativo, de lo descriptivo. Creo que en eso estaremos de acuerdo.

Según ella misma define (y entiende mejor que nadie) el término FLOW se refiere a la cadencia vocal característica del rap, pero también es esa forma de dejarse llevar, de fluir las ideas de forma casi salvaje. Es un caudal, la corriente, un chorro que fluye lento y con ritmo propio. Es la segunda entrega de lo que ya empezó con el primer poemario, donde aparecía una Violeta centrada más en la infancia, sí, pero dejando ya ver ese estilo propio que aquí aparece de forma más explícita.
Se vuelve más literaria y se centra en la palabra propiamente, dejando atrás objetos, iconos, símbolos e imágenes. Ya no es la casa que protege a la niña: ahora es el mundo real, la ciudad, lo inabarcable. Y aunque a veces su poesía se ha definido con “fresca”, creo que estamos ante un estilo propio que ya se empezaba a ver en FLOW y que continúa con LAPSUS. Nicolás ha ido de lo concreto a lo abstracto, de la infancia al mundo real, tangible, consciente, ancho y vigoroso. La casa ya se deshace, no nos protege como antes, pero hay siempre una identificación, una complementación entre el mundo interior y el exterior. Violeta es fluir, no es tangible, pero al tiempo es real, material, vive en la carne. La lengua es un vehículo, pero incluso ella misma va más rápido que las palabras. Es, ante todo, un ejercicio de identificación con el mundo, un acto de reconocimiento de ella misma donde las palabras, los lugares, los espacios cobran sentido más que nunca, reflejando siempre el diálogo interior que la autora encierra.
Muñeca dentro de muñeca dentro de muñeca dentro de muñeca dentro de cuerpo dentro de habitación dentro de casa dentro de edificio dentro de calle dentro de mundo, dice Elena Medel en su prólogo. Los espacios se vuelven importantes, pero también el tiempo, lo vivido, el recuerdo del pasado, la constante búsqueda de lo que es y del espacio que ocupa en el mundo que la rodea. Los espejos, la saliva, la espera, el eco. La identificación se vuelve necesaria ahora; ya no sirve la mera descripción.
Y Violeta Nicolás lo tiene claro en FLOW: Volveremos a llenar todos los vasos. Y nosotros, si nos deja, con ella.



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