Lo importante no es quien lo dice, sino lo que dice. Pero en este caso, la boca es de mi querido Alejandro, que tanto me enseña.
Él lo diría mejor:
Quien escribe es solo un depositario provisional de lo que escribió; el propietario, de verdad, es siempre el lector, destino final de toda escritura.
Unas cuantas ideas
que creo interesantes para reflexionar acerca de la creación poética. Gracias,
Alejandro.
7 JULIO 2014
Esto es, querida
Noelia, todo cuanto puedo decirte después de haberme leído las dos colecciones
que me mandaste. Recuerda (a mí no se me olvida nunca) lo que decía Cernuda
sobre aconsejar a los jóvenes: el poeta mayor ya tiene bastante con reconocer
sus propios errores, y ha de dejar que el joven -esto lo añado yo- descubra y
vaya recorriendo su propio camino. La pasión que pones en tu obra te llevará
muy lejos. (…)
Me decías en tu carta
que ahora llevabas un tiempo sin escribir. Es duro, pero puede ser un bien para
tu poesía. Hay épocas que son de "condensación" en las que uno está
mudo, pero atento, vigilante, no dejando de aprender de las posibilidades de la
vida. Tú misma lo intuyes al decir: "no escribo... porque estoy digiriendo
todo esto". Valéry estuvo veinte años sin escribir poesía y al cabo de ese
tiempo dio sus mejores frutos ("El cementerio marino", entre otros).
Si la poesía obedece, como todo arte, a razones de necesidad -necesidad del
poeta que la escribe, y del poema, que si no es necesario no es nada-, no se
puede forzar su creación y hemos de confiar en la espera y que ésta no sea
demasiado larga. Antes o después, tú volverás a escribir, Noelia, porque lo
llevas en la sangre. Y entonces te sorprenderá ver que vuelves al verso como si
no lo hubieras dejado nunca, pero con la extraordinaria ventaja de hacerlo
desde nuevas cotas y planteamientos que no hubieras podido imaginar antes. Y es
que hay una "alumbramiento" interior más poderoso que toda mudez. Cree
en él y espera el milagro.
20 JULIO 2014
Tu
última carta -porque estoy contigo: nosotros no escribimos e-mails sino
"cartas" auténticas y verdaderas- me gustó mucho con su frescura y su
espontaneidad. Comparto en buena medida tus reflexiones sobre la escritura:
también para mí escribir es acercar la lupa a instantes de mi vida que a veces
preferiría, por dolorosos, evitar. Por supuesto que luego cae sobre nuestro
"corazón al desnudo" (Baudelaire) todo el artificio del arte de la
palabra, pues la verdad en bruto no es nada, una sinceridad suicida que a pocos
interesaría. El maquillaje poético es inevitable y hasta necesario para que la
experiencia de vida ascienda a experiencia de arte, pero uno sabe que por
debajo de todos esos afeites estuvo nuestra vida desangrándose de verdad. (Y no
quiero ponerme patético, y menos en carta a una amiga como tú, joven y
entusiasta.)
Si yo he escrito tan poco en mi vida, no te quepa duda de que ha sido, no porque no tuviera nada que decir, sino por el dolor que me produce enfrentarme a mi vida, pues veo en cada palabra un espejo. Tú sabes que hay poetas que contrariamente usan de la palabra, como si fuera un ensalmo, para exorcizar sus demonios. Yo no puedo, y por lo que veo tú tampoco. Nuestra careta, para bien o para mal, es nuestro propio rostro.
28
MAYO 2015
Entre tanto, haces bien refugiándote en la poesía. Es
lo único seguro que uno tiene. Fuera de eso, terreno resbaladizo, la nueva
selva, la desolación de asfalto. Quizás exagero un poco, pero no demasiado. Es
un retrato bastante fiel de la vida cotidiana en nuestras ciudades. Lácrima. (…)
La
idea de los poetas vivos traduciendo a otros poetas vivos es magnífica, y nos
lleva, quizás sin quererlo, al centro mismo de la poesía, puesto que, en cierto
sentido, toda poesía es traducción, ¿no estás de acuerdo?
12
JUNIO 2015
¿Te acuerdas de estos
versos? “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!” La poesía sin duda es
un extraordinario consuelo –la mejor poesía siempre lo es–, pero antes está la
vida que hay que afrontar día a día, paso a paso, la vida previa a todo, tan difícil,
con un dolor que no hay poesía ni música que lo dulcifique. Eso es lo duro,
querida Noe.
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