miércoles, 25 de noviembre de 2015

LOS VIVOS ESTAMOS MÁS PODRIDOS



Anoche, en Almería, Mr. Hyde y sus locuras.



Ni yo lo habría dicho mejor. 

Ha empezado. Cuídense*.






Día 1 del apocalipsis zombie



They keep coming back
in a bloodthirsty lust for human flesh
.

Night of the living dead


Ha vuelto para vengarse
aquel montón de carne
que dejamos bajo tierra.
Querían un lugar mejor para sus hijos
y al ver lo que hicimos con su legado,
cansados de revolverse en sus tumbas,
otra cosa no podían hacer
más que resurgir de la tierra
para devorar los cuerpos de los traidores. 

Sabíamos que la guerra, las muertes,
la impiedad y el egoísmo
tenían consecuencias,
pero ninguno nos esperábamos esto.
La guerra civil que no vivimos
ha llegado
más terrible que nunca.
Una plaga dispuesta a eliminar
el tumor maligno que es la humanidad.

Son seres putrefactos,
detritus andantes sin vida,
pero aún así
los vivos estamos más podridos.


                                                      Samuel Jara







*Pero lo pasamos bien, independientemente del fin del mundo.


martes, 17 de noviembre de 2015

VERS LA FLAMME, de Juan Lozano Felices


VERS LA FLAMME

      (ALEGRIA)


Alegría por el sol mojado
sobre el lomo de los delfines.
Por los argonautas que pusieron
nombre a las constelaciones
y por los ojos de los gavieros,
donde desaguan todos los azules.
Alegría por la fruta
que cada estación regresa
y por la tregua vertical
del canto de los pájaros.
Alegría por la explosión
de los salmones en el río
y por el cortejo nupcial
de los ciervos, alegría.
Por los crepúsculos que incendian
 las cúpulas de Venecia
y por la tenue melancolía
 de los tejidos adamascados, alegría.       
Alegría por las distintas gradaciones
 del plumaje de las aves
y  por la música de Mozart
 que hace vibrar el cristal de Bohemia
y por la de Haendel que es todo
 lo que quiero oír esta noche.
Alegría por el nombre de mujer
 que tuvo Aquiles en el gineceo,
por aquellos que frecuentan
el noble arte de la esgrima
y por los días en que algo comienza
 y algo se termina, alegría.
Alegría por las mujeres-mito de Cirlot
 y por su colección de espadas,
por las alegres milicias
de Maryland y de Virginia,
por las batallas ganadas y por las perdidas
y por el general Lee y sus bravos
muchachos de uniforme gris, alegría.
Alegría por la velocidad,
que es hermosa y se basta a sí misma
y que es al hombre lo que el trueno
 a la manada de gacelas.
Alegría por el macguffin de Hitchcock
y por el toque Lubitsch
y por Rosebaud que nunca podrá
 revelar del todo su misterio.
Alegría por los verbos que no soportan
el imperativo y por el momento
en que se cruzan los funiculares, alegría.
Alegría por los jardines  de Villa Borghese
 que nos hacen permeables
a la tragedia de Pauline Bonaparte
porque no pudo dejar de amar.
Alegría por la hermosa cabellera
de Simonetta Vespucci
porque certifica la gravedad
y es contrapeso sensible a la luz.
Alegría por el momento
en que Sherezade comienza a hablar. 
Por La Tempestad de Shakespeare
que es despedida, mito y mascarada.
Por el hogar que se aviva
en Baker Street, cada vez
que abrimos  un libro de Sherlock Holmes,
 y por Vailima y por el viento
en las velas de La Hispaniola, alegría.



Juan Lozano Felices



viernes, 13 de noviembre de 2015

IBA EN SERIO, DE VERDAD



Anoche releía el RETRATOS (CON FLASH) DE JAIME GIL DE BIEDMA de mi querido Villena.

Recordaba cómo adquirí ese ejemplar, cómo me gustó encontrarlo en aquella librería de la Warwick Street en Londres, y luego todos esos recuerdos de un viaje macnífico, de música, alcohol y paseos, de frío, tabaco y Biedma también. Y de pollo frito. Ahí escribí ese poema que tanto te gustó, Burbuja.

Pues -decía- anoche lo releía y veía esas frases que me gusta subrayar en los libros, como aquella “y lanzó una de esas carcajadas desinhibidas que tenían algo de filósofo y un tilín de camionero muy seguro…”, o ese “la vida iba en serio” que Villena pone por cierre a su exquisita (y sobre todo delicada) narración.




Y entonces también vi subrayado ese verso (que comentábamos ayer IC y yo) digno de tatuarse en la piel, y me acordé de las muchas veces que he repartido ese poema entre mis alumnos, y cómo les ha emocionado, fueran o no lectores de poesía. 

Y cómo a Burbuja le emocionó también con quince años alguno que otro de Jaime; y también esa foto caminando con JM que está en blanco y negro, y el afecto con que habla de Biedma pese a las pocas ocasiones en que se vieron, de cuánto apreció su inteligencia y su elegancia. Y también pensé en aquellos marcapáginas con sus versos que repartimos por el instituto, y de la primera o segunda vez que me adentré en Jaime, que me arañó de verdad por dentro. 

Y esa vez, Mr. Hyde, ¿recuerdas?: volvíamos de Budapest y habíamos visto EL CÓNSUL DE SODOMA, y en Roma coincidimos con Jordi Mollá, y yo pensé que me moría de la emoción, como si hubiera visto al mismo Jaime, y Jordi pensó que estaba loca pero dio igual. Era Jaime. 

O cuando JB me enseñó la postal donde Jaime acaricia el hocico de un cervatillo desde la ventanilla de un coche, y me dijo: La guardo como oro en paño porque adoro a Jaime. Y lo quise más por aquello, por la delicadeza con la que sacó la postal de su caja de mudanzas y la puso sobre mi estantería que ya es nuestra.

Y es que Biedma está ahí desde que yo recuerdo, y son tantas las anécdotas en torno a él que podría perderme en una lista de recuerdos ñoños y a veces trágicos sobre él, sobre lo que la figura de Biedma me trae a la memoria. La palabra es araña.

Todo vida.

Porque muy pobre hombre ha de ser uno si no deja en su obra -casi sin darse cuenta- algo de la unidad e interior necesidad de su propio vivir. Al fin y al cabo, un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia de un hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres o, por lo menos -atendidas ya las inevitables limitaciones de cada experiencia individual-, de unos cuantos entre ellos*.





Gracias, Jaime.


*Del prólogo de Compañeros de viaje.



sábado, 7 de noviembre de 2015

DECÁLOGO CORRUPTO




DECÁLOGO CORRUPTO



Que los errores se compensan con aciertos.
Que no es tiempo de gestas y victorias.
Que la poesía nace sola y de las tripas.
Que todo es una cuenta atrás acelerada.
Que el miedo se supera, a veces con alcohol.
Que del holocausto habría de salvarse el Arte.
Que en presente el pasado es mejor.
Que de idiotas está el mundo lleno.
Que todo lo que tenemos es una gran mentira.
Que el hombre, al final, muere solo.



martes, 3 de noviembre de 2015

ENTRAN JAZMINES EN CASA (de Pedro Serrano)





Parece ser que en 1526, un fuerte temporal sorprendió a un barco español que navegaba desde La Habana a Cartagena de Indias, pereciendo en el hundimiento toda la tripulación, con la excepción del capitán, Pedro Serrano, que logró llegar a un inhóspito banco de arena sin apenas vegetación y sin fuentes de agua dulce. Lo que siguió al naufragio fue una auténtica odisea, ya que su alimentación era de pájaros y peces, y bebiendo muy a menudo sangre de tortugas marinas como suplemento al agua. Así permaneció los siguientes ocho años. El banco de arena ni siquiera estaba entonces situado en las cartas marinas, por lo que construyó una torre con roca y coral para hacer señales de humo. Finalmente, en 1534, la tripulación de un galeón que iba a La Habana divisó las señales de humo y Pedro fue rescatado. Poco después, consiguió regresar a España para comenzar una nueva vida que le dio fama y dinero y le convirtió en un personaje famoso no sólo en la Corte Española, sino también en el resto de Europa, debido a los muchos viajes que hizo para narrar sus peripecias en las reuniones de la alta sociedad.

Pero ni esas peripecias aparecen aquí, en ENTRAN JAZMINES EN CASA, ni ese Pedro Serrano es el que aquí tenemos esta noche en Zalacaín. De este Pedro no tan marinero –y que seguramente tiene mejor ubicados sus puntos de referencia para no perderse- podría yo decir muchas cosas, y aunque me ha dado libertad de hacer lo que quieras –incluso hablar mal de él, que es lo que realmente espera- no puedo más que elogiarlo por el poemario que aquí nos ha convocado. Entremos en materia.

Si en Tibulo los dos ejes en los que se vertebran los poemas son el amor y el campo, en Pedro Serrano lo que encontramos son el amor y la ciudad. Pero aunque esa parte más urbanita le hace emparentarse más con la elegía de Propercio u Ovidio –que siempre tenían como escenario la ciudad, Roma-, Pedro es un poeta que contempla la ciudad como si del campo se tratara. Otorga a la urbe de un punto bucólico -las luces, la calle, la noche, la gente- como si de un prado se tratara, como si de un bosque o la mar tranquila. No me entiendan mal: no es el pastor que recuerda a la amada rodeado de ovejas; es más bien el poeta contemplativo de las luces de la ciudad, del trasiego de gente que camina por las calles, o los coches pasando, o los horarios marcados. Él contempla en todo momento: no forma parte de ese maremoto de vida que implica la ciudad y el presente agitado. Él prefiere la soledad de su casa, la habitación compartida con la amante o el aliento de la mujer en mitad de la noche cuando todo duerme (en eso sí es tibuliano total). Y el estilo –perdonen que la cabra tire pal monte- también recuerda a Tibulo: ese estilo “tenue”, lleno de lucidez sin grandilocuencia, que convierte lo cotidiano y diario en el escenario perfecto para la vida sublime. Porque así basta. Se trata de un lenguaje íntimo, limpio, de una sobriedad contenida, sin exhibicionismos. Es esa pureza y claridad la que recuerda al latino, como también la economía del lenguaje, con imágenes claras, directas, con una cristalina exposición que emocionan al lector con elegancia, sin apresuramiento. Un ritmo bien marcado no sólo por el estilo y la elección de las palabras, sino porque los temas ayudan precisamente a esa claridad expositiva: el amor como refugio de la vida, esa vida que es una cerilla, una pista de baile donde todo sucede apresuradamente. Y mientras esperamos a que el tiempo pase, ver cómo entran jazmines en casa. Esa es la clave.

Hay una búsqueda del equilibrio (esto también es muy clásico), hay momentos de dolor y de pérdida, hay soledad y noche y desamparo, pero también hay paz, con un gato que contempla el horizonte o un té caliente en esa ciudad diaria. Hay luna y música y recuerdos del pasado, cuando ¿qué había? Hay amantes que se encierran en un mundo inventado, hay mucho tacto y sexo y aromas de cama y aliento caliente y el tiempo que corre alrededor de ellos. Ese fuego que incendia la casa y nos hace vivir calcinados en un mundo cotidiano. Pero también encontramos en este libro la madurez de un poeta, la búsqueda de un lugar crónico sobre todos los lugares, un mar tranquilo donde vivir sin contratiempos.

Pareciera si echamos un vistazo rápido que Pedro Serrano –o mejor dicho, el poeta que escribe ENTRAN JAZMINES EN CASA- se contentara con poco, con lo justo, sin buscar más allá. Pero todo lo contrario: al final, para cada uno de nosotros, que vivimos en esa ciudad que Serrano nos describe, que calentamos el té y se nos enfría sin darnos cuenta, que tenemos un gato (o tres perros en mi caso) que nos extiende el lomo para acariciarlo quizá eso sea suficiente. Y nos basta.


Gracias, Pedro.






ÚLTIMO

El cazador se coloca
frente a la mosca que sigue
quieta en el parqué,
tensa las patas y se queda
petrificado antes de saltar.
Se impulsa para capturar
al insecto, y este toma altura
volando hasta las nubes.
Ha pagado sin premio
la ingenuidad de atrapar rápidamente
lo que no se tiene, alas.



*No os perdáis la fiesta de aniversario de FRUTOS DEL TIEMPO. Será el próximo 6 de Noviembre en Elche, a las 20.30 h.







domingo, 1 de noviembre de 2015

ÍTACA, de Vicente Fernández González


El Egeo, el Jonio, Creta abajo, la Arcadia feliz, la punta de la bota y Mesina. Escila, Caribdis. Oh, el Etna poderoso. Las Cícladas, las regiones de Tracia, Naxos y Ariadna. Arriba, lejos, Brindisi. Ovidio aquí aún no está en Tómos. Los muros de Micenas. Todo cuanto hemos sido. Y pequeña, en el centro, Ítaca.

Ítaca. Ítaca. Como un eco.

¿Puede haber algo más hermoso que esto que recibo hace unos días en casa? Como Ulises, este libro viaja hasta mis manos discreto, inconsciente de lo que oculta. Y al abrir el sobre entonces siento, como dice el autor en su prólogo, que es un viaje de ida. Jamás de regreso. Todo siempre es un viaje de ida. 

Una joya, oigan. Esa Ítaca de Kavafis, ahora traducida por Vicente Fernández González, ilustrada por Federico Delicado (recuerden: omen, nomen), y en una cuidada edición de Nórdica Libros. ¿Se puede pedir más?

Me he enamorado como hacía tiempo no me pasaba. Gracias. 

Es una auténtica delicia.