Andrea Aguirre, tras El ciclo lunar de los paréntesis, La infancia suicida de Verónica Qué y El mapa de la existencia, nos trae ahora Mujer frente al caos, publicado este año con La Penúltima Editorial.
Y con este poemario ya podemos estar muy seguros de que
nos encontramos ante una poeta con una visión del verso -y del fondo- muy
particular. Ya desde el título uno puede intuir ante qué se encuentra: es la
mujer frente al caos, frente al vacío, frente al silencio. Pero vayamos más
allá.
Si hay algo que destacaría del poemario -y esto es cada
vez más difícil de encontrar en los tiempos que corren- es precisamente ese
punto de vista femenino (de mujer, entiéndase) pero no feminista. Para mí esto
es muy importante y digno de alabar: desde la universalidad que escribe Aguirre
uno entiende bien qué quiere decir a lo largo de estas cuatro partes que
articulan el poemario. No se engañe uno cuando lea ese “mujer” del título, ojo:
lo que ella nos cuenta, lo que su pluma nos trae no es un anecdotario de
situaciones puramente femeninas o asociadas a la mujer.
Ella escribe sobre
conceptos que pueden ser entendidos por cualquier lector con cierta
inteligencia: los cuerpos como algo más que materia, el silencio aterrador de
lo que ya no será, la culpa y el miedo, el instinto de supervivencia… Elementos
universales, como digo, que son los que le dan unidad al libro.
A lo largo de cuatro partes, Andrea se refiere a esos
conceptos fundamentales que determinan el poemario, siempre añadiendo con
absoluta destreza las oportunas definiciones de la RAE que quiere recordarnos:
el cuerpo, el vacío, la penumbra, la prueba, el existencialismo, etc.
Va poco a poco, a través de esas separaciones,
desplazándose desde lo más concreto a lo más abstracto, desde lo más material
(el cuerpo) hasta lo más existencialista (la vida). Es un viaje a través del
caos donde va deteniéndose para definirnos los puntos exactos del camino. En esa
ruta nos encontramos con:
-DEL CUERPO VACÍO: lo físico,
lo puramente carnal, la fragmentación de la carne, la sangre y la herida, el
espacio y el vacío…
-CANCIÓN PARA LOS AUSENTES:
los cantos a lo no presente, el recuerdo inventado, la soledad, la tristeza o
el miedo…
-DESPUÉS EL SILENCIO: ya no se
oye nada, sólo hay ausencia, trauma, herida y dolor. Ya todo es sentencia y
supervivencia: es lo que queda, aunque sea también al mismo tiempo la parte más
oscura del poemario.
-PRUEBA DE VIDA: la elección
entre ruina y salvación, la primavera como metáfora del renacer, la adaptación
al medio del animal que sobrevive.
Y acaba ese recorrido -ese
viaje interior, ese periplo personal- como mejor podía hacerlo: con el deseo de
“amar el caos” y esa “libertad” de la mujer frente a él. Ante el dolor, el
vacío y la herida están la resistencia a caer y la oposición a sucumbir. Y en
esto sí que nos identificamos todos, sea el dolor procedente de donde sea, sea
la herida causada por el arma que sea.
Porque, en definitiva, el
poemario de Aguirre no es más que un viaje por el dolor y sus diferentes
estadios, desde el conflicto más personal con uno mismo y con su cuerpo como
límite y barrera, hasta la revolución humana y el espíritu combatiente que nos
lleva a decir “también aquí, frente al caos, (sobre)vivo”.
Gracias, Andrea, por la
complicidad.
Noelia Illán
estar en este espacio
bajo esta piel que fluye
queriendo
que el principio se deshaga
como fruta aplastada por el ganado.
sin decir la sangre ni la herida.
sin raíz
sin playa
sin bolsillos.
los ausentes se demoran en su ausencia.
todo en mí parece permanente.
la herida es una herida,
aunque no sangre.
mis manos, el apéndice
de un olvido inabarcable y ruin.
el corazón,
ese asqueroso músculo
que bombea
como los metrónomos.
bajo esta piel que fluye
queriendo
que el principio se deshaga
como fruta aplastada por el ganado.
sin decir la sangre ni la herida.
sin raíz
sin playa
sin bolsillos.
los ausentes se demoran en su ausencia.
todo en mí parece permanente.
la herida es una herida,
aunque no sangre.
mis manos, el apéndice
de un olvido inabarcable y ruin.
el corazón,
ese asqueroso músculo
que bombea
como los metrónomos.
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