martes, 19 de septiembre de 2017

LAS HORMIGAS ENLOQUECEN



El músico catalán posee el aura de los que han sido tocados con la suerte de la creación. 

Esto lo decía el periodista Daniel J. Rodríguez en una entrevista que le hacía a Carlos Ann en la Navidad de 2014 durante su primera visita a Murcia. Recuerdo aquel fin de semana con mucha alegría, créanme, ya no sólo por el concierto que nos regaló, sino por todos los momentos que pudimos pasar con Carlos, y que guardo como un tesoro en el cajón de la dicha.




Yo llevaba años enganchada a sus canciones, a su voz (ah, esa voz de Ann...), pero sobre todo a sus letras. ¿Cómo podía este tío cantar aquellas cosas y que no lo siguieran en masa poetas de todo el mundo como a un gurú? ¿Cuántas veces lo gritamos, Cactus, en tu Focus? ¿Cuántas lo vivíamos como algo nuestro, Hyde, como si aquellas letras y aquellas notas fueran nuestras, sintiendo que nos entendía mejor que nadie? ¿Cuántas, en mi coche a toda la velocidad que nos dejan las normas, Pétalo, volviendo a casa? Las noches de alcohol y macarrones, la guitarra de FB, la complicidad con PC... O más tarde, Siamés, sobrevivir a la gravedad y seguir preguntándonos qué coño es l´amour. Tanto nos ha dado.

Ahora nos brinda MAPA MENTAL, y este segundo single, LAS HORMIGAS ENLOQUECEN, me ha llevado directamente a aquellos momentos en que yo escuchaba por primera vez sus letras. Esa luz -y al mismo tiempo obscuridad: obscuridad de la buena- que tienen sus canciones toca aquello que los griegos decían: el alma. La escucho en bucle, como otras tantas: el verano que nos deja cada año, maldito viernes, ese pobre ateo, aquella rusa rumana, el desierto y su agua de cactus... Ay, Orfeo: somos las bestias.

Gracias, Carlos, por esto y por tantas cosas que jamás podré pagarte. Así es el amor.



LAS HORMIGAS ENLOQUECEN

El pasado ni siquiera existe, permíteme dudar de mí.
No me reconozco: le hablo a mi sombra,
sigo esperando respuestas.
Como un barco a la deriva, mi capitán nunca salió a navegar.

El sol en la terraza, mi madre cantando 
mientras hacía la comida.
Quizá escribo para no leer, 
camino sin rumbo para no regresar.
Siento que mi alma está cansada de comprenderme.
La entiendo.

Las hormigas enloquecen, se devoran entre ellas.
Cristales en el suelo, como un faquir herido.

He pasado frío, no cabía en la cama sin tus abrazos,
conversaciones infinitas, exquisitas y besos.
Otra botella de vino, otro tapón para la maldita colección. 

Las hormigas enloquecen, se devoran entre ellas.
Las cartas del tarot me confunden.

El tiempo desaparece y aparecen los recuerdos, 
el sadomasoquismo de la existencia, 
el sinsabor sin tu presencia.

Las hormigas enloquecen, se devoran entre ellas.
Cristales en el suelo, como un faquir herido.

Las hormigas enloquecen, se devoran entre ellas.

El destino tuvo otros planes para mí: errante.



Y aquí el primer single:

 








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