domingo, 19 de febrero de 2017

UN FOTÓGRAFO CIEGO de JUAN DE DIOS GARCÍA



No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: 
el suicidio.



Así comienza Camus su ensayo EL MITO DE SÍSIFO, mito del que parte Juan de Dios con esa cita inicial a UN FOTÓGRAFO CIEGO. Las citas -siempre lo he dicho-, así como los comienzos y los finales, no pueden ser aleatorios. Y Juande eso lo mima mucho.


Sísifo, mencionado ya por Homero, fue uno de esos condenados, como Ixión o las hijas de Dánao, castigado en el Inframundo a cumplir eternamente una pena. Homero no menciona la causa del castigo -y de hecho existen varias versiones del motivo que lo llevó a estar eternamente subiendo una piedra por la ladera de una montaña, hasta que ésta volvía a caer y empezaba de nuevo la tarea-, pero lo importante aquí no es exactamente por qué fue castigado, sino la idea del hombre que, por desafiar las leyes divinas, peca de hybris y es condenado. Son muchos los personajes de la mitología que han sufrido este tipo de martirios, pero en el caso de Sísifo podemos sacar ya de antemano dos conclusiones: el hombre no desea morir y se rebela contra las leyes de los dioses, cueste lo que cueste.

Como Camus dice en su ensayo, se trata de un héroe absurdo que por insolencia será castigado a desempeñar una tarea, cuanto menos, inútil. Así, el francés nos compara ese castigo con la vida moderna a la que el hombre, Sísifo, está eternamente condenado. ¿Qué nos queda, salvo la Muerte? El héroe, como aquí el poeta, es consciente de esa tragedia en la que se ha convertido la vida y reconoce su condición miserable, pero aun así sigue empujando. Finalmente llega a un estado de aceptación que es lo que lo hace verdaderamente libre: “hay que imaginarse a Sísifo feliz”.

Juan de Dios García, después de Nómada y Ártico, en este nuevo poemario nos lleva por otros derroteros: a lo largo de 32 poemas recurre a esta imagen del héroe que ha aceptado su destino, sea cual sea, y se va deteniendo en esos puntos de la ladera a reflexionar sobre la vida, la muerte, el amor, la nostalgia, la dicha o la desdicha. Son estos poemas las distintas paradas que Sísifo, en su castigo, va haciendo mientras esa pesada roca sube y baja de la montaña: la existencia de dios, los recuerdos de la infancia, el primer beso, el dolor, las certezas y los errores. Todo eso que en nuestro vacuo caminar tiene presente el ser humano, pese a saber del absurdo de la vida.

El verano, la música, el sexo o la Literatura nos salvan de ese absurdo en el que nos encontramos, pero el poeta no olvida tampoco que está rodeado de banalidades, disparates y desatinos. No obstante, ahí permanece: subiendo y bajando su roca porque ha aceptado que la vida también es eso, lo fútil, lo vacuo, lo frívolo, y ese pensamiento lo hace libre.

En MISTOS, Alicante, durante la presentación de UN FOTÓGRAFO CIEGO,
con LETRAS DE CONTESTANIA

Hay dudas, hay recuerdos, hay sentencias en UN FOTÓGRAFO CIEGO, que ya desde el título puede sugerirnos esa dualidad: aunque seas ciego, puedes ver. Y hay que tenerlo claro cuanto antes. Juan de Dios es rotundo: o una burbuja o una pistola. Hay que elegir.

Yo -bien lo sabe Juan de Dios, que me conoce muchos años- siempre he preferido la plata al plomo, y por ello le dejo este verso de José María Álvarez como colofón a mi breve reseña por si le sirviera de algo ante el suicidio, no se diga luego que yo no he puesto de mi parte:


Sólo hay un problema metafísico digno de consideración: 
el coño.






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