A Julio Monteverde,
que supo hacer un guiño donde más era necesario.
[…]
-Señor una pregunta, ¿habéis leído al Quijote?
-Sí, y me quito el sombrero ante hidalgo tan noble.
-Podríais meditar, si no os escuece, sobre aquellos molinos…
-Capítulo 13.
-Cuando los atacó encendido de ira…
-¿Creéis que ataco a la gente que rueda y gira?
-Un aspa puede terminar vuestras querellas lanzándoos al
suelo.
-O quizá a las estrellas…
[…]
-Convendrás conmigo que…
-Pues bien: ese es mi vicio. Me gusta provocar, adoro ese
suplicio.
-Si pudieras dejar esa costumbre aciaga, la fortuna y la
gloria…
-¿Y qué quieres que haga? ¿Buscar un protector, un amo tal
vez?
¿Y cómo hiedra oscura que sobre la pared medrando sibilina
y con adulación cambiar de camisa para obtener posición?
NO, GRACIAS.
¿Dedicar si viene al caso versos a los banqueros,
convertirme en payaso, adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a
que me lance un gesto siniestro?
NO, GRACIAS.
¿Desayunar cada día un sapo? ¿Tener el vientre panzón? ¿Un
papo que me llegue las rodillas con dolencias pestilentes de tanto hacer
reverencias?
NO, GRACIAS.
¿Adular el talento de los canelos, vivir atemorizado por
infames libelos, y repetir sin tregua: “Señores, soy un loro, quiero ver mi
nombre en letras de oro”?
NO, GRACIAS.
¿Sentir temor a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los
poemas, coleccionar medallas, urdir falacias?
NO, GRACIAS. NO, GRACIAS. NO GRACIAS.
Pero cantar, soñar, reír, vivir, estar solo, ser libre,
tener el ojo avizor, la voz que vibre, ponerme por sombrero el universo, por un
sí o un no batirme o hacer un verso, despreciar con valor la gloria y la
fortuna, viajar con la imaginación a la Luna, sólo al que vale reconocer los
méritos, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a
cadenas y protocolo.
Posiblemente no volar muy alto, pero solo.
[…]
*De Cyrano de Bergerac
(Edmond Rostand,1897)
Aquí la escena de la película Cyrano de Bergerac (Jean-Paul Rappeneau, 1990):
No hay comentarios:
Publicar un comentario