jueves, 12 de mayo de 2016

"Y aquí vine, para decir qué infierno"


Reconciliándome con el mundo a raticos.
Así sí.



CONTRADICIENDO A PESSOA

Me gusta estar a oscuras y notar
tu cuerpo
como si en este invierno solo hubiera
lugar
para tu verano. Y tocarte
y llenarme las manos con tu carne.
Coreografía de sangre y piel estremecida. Tú
eres eso. Eso encuentro.
Porque lo demás no importa. Para
eso has venido, para servirme
de carne, pelo, sangre y piel. Y yo te mido
con los dedos y sé que dentro de unos días
cuando tú ya no estés
cuando ya no seas nadie
porque no pueda medirte con mis manos
escribiré un poema
porque no pude nada más, porque
saliste caro al resto de mis días.

Por eso comerciaré con las letras. Y vendré
aquí, justamente aquí:
un escenario, un micrófono
y recitaré mis versos.
El público, un vosotros
que pudo ser cualquiera,
escuchará lo que yo tenga que contar.
Haré un resumen de mis frustraciones fingidas
en lucha contra la cultura. Diré
que fui feliz contigo, que lo sería aún
de no ser por estas letras. Que el poema,
esta prolongación de mi existencia,
ya no diferencia
entre arte
y vida. Que combino
sumisión y orgullo para venir aquí
a contar miserias de poeta.

Revivirá un fuego de otra época
alguien entre ustedes. Recordará
naufragios. Y arrancará
los ojos al poeta
para buscarse a sí mismo. También
será poema aquello. También
habrá versos
que hablen de huecos en los ojos
del poeta. Y yo podré amar a tientas
otra vez, para venir a escribirlo,
para regresar a este escenario
y que ustedes puedan volver
a mirarse con mis ojos.

El precio del espectáculo
es la oscuridad de los poetas.
Pero el engaño en el dolor es deshonroso.
Cuando un poeta miente
suena como
un despertador quebrado.
Al engaño le hace falta más poder
del que suman los poetas. Tiene
otras esferas,
otro nombre,
otro placer de boca suave. Y aun así
no puede ser mentira nunca
el dolor. Porque solo duele
lo que se cuenta. Porque solo cuenta
lo que duele de verdad.

Y aquí vine,
para decir
qué infierno de largas mangas
llevo puesto. Qué dolor
me ajusta el cinturón. Qué pesar
me anudo al cuello. Para decirlo
cuantas veces quieran aquí lo
dejo escrito. Ya
qué escribir: aceptar el infierno
es saber reconocerse.


                                      
                                       F. David Ruiz
                                       De Escalera de incendios

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