Y no es que dude de su victoria
final. Lo más probable, amor mío, es que el desdichado tiempo que vivimos, y el
más infausto que la benevolencia de los dioses acaso nos ahorre, presencie el
deplorable espectáculo de un igualitario rebaño ya por fin totalmente
amaestrado y, lo que es peor, higienizado. Seguramente todo lo que ha
representado nuestro placer y nuestros sueños desde la prosa de Reyes a la preminencia
de los mejores, no sobrevivirá al último de nosotros que aún lo lleva en sus
ojos. Pero que estos gorgónidos incansables nos amarguen nuestro final… Sobre
todo es barato. Ya sabemos que ellos no fuman, no beben, hacen gimnasia, no
leen a Stendhal, no son propensos a dejarse la piel en lechos suntuosos con
mujeres como tú, no darían su vida por un aria de Mozart o por La Traviata. ¿Pero no podrían, al menos,
callarse sus mentecaterías unos pocos años? (...)
Tú y
yo siempre hemos pensado que se debe morir de la misma forma que se ha vivido,
contemplando lo que a lo largo de la vida has dispuesto como tu decorado. Hay
que beberse la última copa, fumarse el último cigarro, besar a la última mujer,
leer la última página y escuchar la última ópera. Se muere así. O en batalla.
José María Álvarez
La esclava instruida
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